Argus, su caída y el exilio

Argus fue el mundo natal original de los Eredar, y por tanto de los Draenei.

Puede parecer un lugar utópico: habitantes inteligentes con un gran talento del don de la magia, de los maestros Arcanistas. Había ríos de plata, grandes montañas y hermosos árboles. Era un lugar hermoso, claro está, antes de la llegada de la Legión.

Lo gobernaba un triunvirato que lo formaban los más grandes y poderosos magos Eredar: Kil’jaeden, Archimonde y Velen.

Los Eredar y el Duunvirato

Los Eredar de Argus fueron la raza más poderosa e inteligente.

¿Qué fue lo que más llamó la atención a Sargeras para fijarse en Argus? Reliquias como los cristales Ata’mal, la cual fue regalada por los Naaru en un pasado mucho más lejano. Esta última revelación fue dada a Velen cuando los Naaru contactan con él cuando pide ayuda para salvar a su gente tras su visión del futuro que realmente les dará Sargeras.

Los demonios de Sargeras eran desorganizados y caóticos dada su naturaleza. Así que necesitaba una manera de organizarlos para conseguir sus objetivos.

Los Eredar eran perfectos: inteligentes, poderosos y con hambre de conocimiento, con el gobierno del Segundo Duunvirato compuesto por Velen y Kil’jaeden. Pero, ¿cómo podía Sargeras llegar a corromperles para ponerles a su servicio? Respuesta encontrada: a través de los brujos.

Thal’kiel

En Argus, antes de la llegada de Sargeras, había un mago llamado Thal’kiel. Era el líder de una orden llamada los Heraldos, entre los que se encontraba un acólito ambicioso y de gran talento llamado Archimonde. Llegó a oídos de Tal’kiel que su ambición era tal que superaba a las suyas, pero no quiso hacer demasiado caso.

Tal’kiel, como buen Eredar, tenía sed de conocimiento, enviando su voluntad al infinito, llegando a entrar en contacto con una energía poderosa, la magia vil, y una presencia oscura comenzó a susurrarle las cosas que podía hacer con ese gran poder.

Así, aprendió a invocar demonios y se lo mostró los Heraldos, abandonando su antigua vida y la magia Arcana. Se hizo devoto de la magia vil y organizó una demostración de sus nuevas invocaciones al Duunvirato. Pero el resultado no era el esperado, y Velen prohibió a Thal’kiel que volviera a invocar un demonio, ya que lo consideraba una magia maldita.

A Thal’kiel no le gustó nada esta decisión, considerándolo como un fracaso, lo que le destrozó por dentro. Volvió a sus habitaciones privadas lleno de rabia, y decidió que arrastraría a Argus a una nueva era con su magia vil. Así que sus Heraldos trabajaron día y noche para convocar a una multitud de demonios y que no fueran vistos, constituyendo un ejército que planeaba el derrocamiento del Duunvirato, convirtiéndose Thal’kiel así, en el dictador de Argus.

Archimonde

Pero uno de los Heraldos no quiso unirse a los planes de Thal’kiel, y ese era ni más ni menos que su aprendiz, Archimonde.

La noche anterior a los planes de los Heraldos, se dirigió al Duunvirato y les contó todo: los planes de su amo, el ejército de demonios, y cómo se podría evitar.

No se sabe si lo hizo por ambición o no. Pero lo que sí está claro es que, si así era, no consiguió que tanto Velen como Kil’jaeden pudieran descubrirlo.

Finalmente, Archimonde dirigió con un grupo de magos al lugar donde se encontraba Thal’kiel e interrumpió todos los rituales y los desarmó. Thal’kiel fue decapitado por Archimonde y el resto fueron amenazados con cuchillo en el cuello sobre lo que les sucedería si volvían a invocar demonios.

Man’ari

La palabra Man’ari (traducido como el no natural) se usó cuando se referían a Thal’kiel.

Archimonde fue aclamado como héroe y salvador. Mantuvo la cabeza de su antiguo amo a buen recaudo, usándola como un canal de magia. Y es que Archimonde seguía fascinado por lo que vio mientras le servía, y como buen Eredar, seguía teniendo hambre de conocimiento.

Acabó ascendiendo a una posición de igualdad con Velen y Kil’jaeden, formando así un Triunvirato que gobernaría a todos. Había conseguido eclipsar a su amo. Pero no se encontraba completamente satisfecho.

La cabeza de su antiguo amo estaba inquieta; estar muerta y cubierta de oro mágico no evitó que susurrara a Archimonde. Éste se encontraba en equilibrio con los otros miembros del Triunvirato, pero cuando se encontraba en su hogar con la única compañía de la calavera, sentía ansia por su hambre de conocimiento y experiencia.

Estaban de acuerdo en que el conocimiento que Thal’kiel tenía era muy peligroso, pero todavía recordaba lo que su mentor le había enseñado acrecentando su interés por conocer más por su poder.

El Ser Dorado

Argus se encontraba en el apogeo de su civilización cuando Sargeras consideró que había llegado su momento. El Titán Caído necesitaba generales, administradores y una fuerza unificadora para imponer orden a su caótica Legión Ardiente, algo que podían darle los Eredar tal como vio cuando vencieron al Man’ari.

Sargeras como Titan

Cuando Sargeras llegó a Argus, no se mostró como el que traía la corrupción vil. Sino que se mostró con un avatar que se pareciese más a su verdadera naturaleza, y que fuese bien visto por los Eredar. Éstos eran inteligentes, mágicamente poderosos, y se sentían orgullosos de ello. Así que Sargeras se mostró ante ellos como un ser radiante, lleno de Luz, algo muy parecido a lo que fue antes de que la magia vil lo consumiera. Y así, contactó con los tres gobernantes de Argus y les sorprendió con su poder y su sabiduría, algo que les encantaba.

Este ser dorado les dijo todo lo que querían escuchar: que eran especiales, únicos en el universo, que su inteligencia y visión eran la elección perfecta para que le ayudaran en su gran cruzada, que podían ser parte de algo que cambiaría el universo por ser perfectos para ello, que era su destino gracias a su ayuda, que alcanzarían los más altos conocimientos que jamás podrían conseguir.

Así, Sargeras llegó, no como conquistador ni destructor, sino como el disfraz de la luz, la verdad, la pureza y la grandeza, prometiendo hacer superior a Argus. Los Eredar habían sido los elegidos.

Archimonde prácticamente estaba casi convencido del destino de su gente y rápidamente aceptó el ofrecimiento de Sargeras.

Kil’jaeden, que era un pensador más profundo, estaba menos interesado en la idea de un universo perfecto. Pero tras la demostración de Thal’kiel del poder demoníaco, siempre quiso saber lo que el mago había encontrado. El ofrecimiento de conocerlo todo era algo difícil de negar para Kil’jaeden, así que se unió a Archimonde en la aceptación del ofrecimiento.

Pero Velen…

Velen

Velen y Kil’jaeden habían sido amigos, como hermanos, desde siempre. Cuando eran un Duunvirato, ambos habían gobernado con igualdad y siempre habían estado de acuerdo. Hasta entonces.

Todo aquello que el ser dorado les había ofrecido sonaba maravillosamente bien. Era algo que los Eredar habían estado buscando durante milenios.

Velen no encontraba ningún fallo en los argumentos que tenía el ser dorado. Utilizó su sabiduría para querer indagar algo más, así que fue a meditar delante del cristal Ata’mal, enfocando su mente para encontrar una respuesta.

Y lo vio. Vio a su gente con un gran conocimiento. Vio el sueño de los Eredar. Pero vio fuego vil, a los Eredar convertidos en monstruos terroríficos y un mundo sin vida. Y vio a Sargeras tal como es realmente: algo corrupto, un monstruo que buscaba la perfección, pero a través de la aniquilación. Para Sargeras, la única perfección era el fin de todo.

La salida de Argus

Tras la visión con cristal Ata’mal de Velen, se lo fue a contar a sus camaradas Kil’jaeden y Archimonde. Pero ya era demasiado tarde, estaban muy tentados por las promesas de Sargeras y no podía revelar más sus visiones ante ellos ni sus dudas.

Pero a Velen se desvelaron los Naaru, que contactaron con él. Le cuentan que el cristal fue dado a los Eredar por su gente hace ya milenios y que debía utilizarlo para salvar a su gente antes de que fuera tarde. Así que Velen «fabricó» un cristal igual al de Ata’mal para sustituir al verdadero y llevarse a éste último para convocar a Ku’re, que les ayudaría a salir de allí.

Así que se lo contó a su amigo Talgath, pero éste lo traicionó. A Archimonde le dio un poco igual esta traición, pero a Kil’jaeden no, tomándoselo como algo más personal. Así que mandó a Talgath que persiguiera a Velen y a su gente, aunque llegó demasiado tarde ya que la nave de los Naaru que les sacaría del planeta ya había llegado, llevándoles así a un lugar muy lejano.

El Genedar

En la nave, el Genedar, fueron aprendiendo las enseñanzas de los Naaru sobre la Luz, mientras vivan como nómadas de un mundo a otro estando siempre por delante de los planes de venganza de Kil’jaeden.

Velen llegó a tener un hijo, incluso, durante este tiempo. Y en una de sus retiradas de los ataques de la Legión, Velen perdió a su familia y Kil’jaeden dejó ver que levantaba a su hijo como arma por su propia venganza.

Los Eredar fueron cambiando tanto mental como físicamente con el paso del tiempo. La Luz y la proximidad de los Naaru hacía que se fueran convirtiendo en dotados de la Luz como antaño lo fueron de lo Arcano. Pero nunca olvidaron Argus.

Aunque también hay un gran número de Draenei que nunca vieron Argus, pero no eran ajenos a la pérdida, el dolor y la resistencia frente a la tragedia.

Durante años estuvieron volando en la nave, hasta que ocurrió un desastre. Volar durante tanto tiempo había drenado la energía de los tres Naaru que les protegían: K’ure, D’ore y K’ara, que además de defenderlos y llevarlos de un lugar a otro, y mantener a los Draenei siempre un paso por delante de la Legión durante milenios. Los Naaru sabían que no podrían soportarlo mucho mas, así que decidieron buscar un mundo en el que Velen y su gente pudieran quedarse y prepararse para los conflictos que iban a tener. Un lugar donde no hubiera llegado aun la influencia de la Legión.

Pero K’ara fue el primero en caer, forzando a los demás Naaru a que le echaran antes de que entrara en su fase oscura, y evitando así que matara a todos los Draenei que intentaran salvarle. D’ore murió cuando chocaron. Velen resultó gravemente herido tras intentar usar sus poderes para poder salvar a K’ure, cosa que consiguió parcialmente.

K’ara
D’ore
K’ure

Así que, sin los Naaru, Velen ya no podía ver el futuro con la claridad que solía hacerlo, y no podía ver lo que haría la Legión de antemano. Así que se encontraba expuesto a lo que podría suceder a continuación.

Pero habían llegado a un mundo en el que no había signos de existencia de la Legión. Había otros habitantes, pero no vieron ninguna razón por la que no pudieran coexistir con ellos. Así, en gratitud por su liberación, llamaron al planeta Draenor, traducido como «Refugio de los Exiliados» en la lengua de los antiguos Eredar.

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Creadora de Sombras en Azeroth, que nació para contar la historia de mi personaje dentro del maravilloso mundo de World of Warcraft, mostrando el sendero de una Bruja.

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